Beasley sobre los jugadores de la NCAA: “Deberían cobrar”

Si abres la llave de paso de un hidrante y al mismo tiempo le colocas un tapón en el otro extremo, el agua terminará abriéndose paso por cualquier otro sitio. Es lo que ha sucedido en la  donde, por no querer regular, el entramado económico que fluía en el subsuelo ha terminado saltando a la luz y ha desenmascarado una realidad tan ilegal como insostenible fuera del marco jurídico.
El FBI reveló hace unos días una trama de sobornos en el baloncesto universitario estadounidense que ha salpicado tanto a marcas deportivas y universidades como a jugadores y sus familias, teniendo sus primeros efectos directos y devastadores, como ha sido el despido fulminante de Rick Pitino, mítico entrenador de la Universidad de Louisville.

Un negocio insoslayable

“Hay una razón por la que entreno en la NBA. Nunca quise ser entrenador universitario. La NBA es pura. No queremos tener que pedir perdón por lo que hacemos. Nos dedicamos a jugar al baloncesto. Esto es un negocio y la NCAA tiene, evidentemente, muchas cosas que resolver a muchos niveles”, aseguró  en declaraciones a The Mercury News cuando fue interrogado al respecto.
Según la agencia federal, Pitino habría formado parte de un plan orquestado para entregar 100.000 dólares a uno de sus jugadores estrella en los Cardinals de Louisville, por medio de Adidas.

 acaba de firmar con los New York Knicks y su rol aún no está definido, pero se espera que parta desde la segunda unidad. Una vez, hace años, fue una auténtica estrella de la NCAA, lo que le llevó a, ni más ni menos, que a ser seleccionado en el puesto dos del Draft 2008, sólo por detrás de Derrick Rose. Sin duda, vivir en sus propias carnes la tentación del río clandestino de dólares que hoy mancha y ahoga el baloncesto norteamericano, debió convertirse en un hábito para él.

Trabajar gratis

“Solo os estáis poniendo al día. Y eso es todo lo que tengo que decir. Yo fui a una universidad pequeña en Manhattan (Kansas) de la que nadie había oído hablar en 25 años. Ahora esa ciudad se ha multiplicado por cinco, seis… ¿Debería ser compensado? —se pregunta Michael Beasley para USA Today—. Venden mis camisetas. Y no hablo solo de mí. Hablo de Kentucky y Anthony Davis, de USC y O.J Mayo, de Western Kentucky y Courtney Lee”.
Beasley entiende que las universidades sacan muchísimo rédito de algunos de los jugadores que pasan por sus aulas y pabellones, tanto durante su estancia como en la ola que se mantiene durante los años posteriores a sus salidas. Y de todo esto, los jugadores no sacan tajada. Oficialmente al menos.
“Le damos mucho a las universidades y ni siquiera nos dejan aparcar cerca del pabellón en los días de partido. Nos obligan a aparcar lejos incluso en pleno invierno. Así que… ¿si pienso que los chicos deberían ser recompensados por su trabajo? Claro que sí. Porque la mayor parte no llegan a este nivel [la NBA]. La mayoría no llegan a profesionales. La NCAA gana miles de millones. No solo del baloncesto, sino también del fútbol americano y del fútbol [soccer]”.

Desiguadad

Y una puntilla final que lanza el jugador y deja en evidencia el grado de discriminación que existe en el sector. “Ah, y por cierto, los jugadores de golf cobran, los de tenis cobran. Hay muchos atletas que cobran a nivel universitario. Nosotros simplemente no estamos en ese grupo”, termina de explicar B-Easy.
Después de estas —duras— declaraciones, y por si alguien sufre la tentación de investigarle a él y a su pasado, Beasley quiso agregar que él “nunca cobró durante su único año en Kansas”.
Un debate de ya muchos años y que avanza torpemente a base de embrollos, podredumbre y casos, más y menos graves, de corruptela. Antes o después deberá ser encarado con realismo y anticipación. Más regulación y menos despidos.

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